¿Cuánta bondad cabe en una persona?
Pero antes,
¿qué es ser una buena persona? Sí, esa sería la verdadera primera
pregunta. Porque siempre habrá un allegado del gánster que asegure que
su jefe, o su hermano o su padrino, o sea, el gánster, es una buena
persona. ¿Qué no era Vito Corleone para su mujer y todos sus
beneficiados sino una buena persona? Y por no ponernos dramáticos ni
cuentistas: seguro que los altos ejecutivos de Vodafone/Ono y
Moviestar/Telefónica son buenas personas para muchos de sus allegados.
Aún cuando todos sepamos que nada hay tan maléfico como engañar y
maltratar al que previamente se ha dejado indefenso y desamparado. Como
lo está todo usuario de una telefonía móvil.
Seguro que
muchos allegados de Carlos Slim lo describirían como una buena persona,
quizá por ser campechano, o por llevar relojes de plástico. ¿Podemos
decir, entonces, que buena persona es ese que saluda al panadero todos
los días con una sonrisa y recoge la mierda de su perro con una bolsita
de plástico?
¿Cuándo
podemos decir de una persona que es buena? No, desde luego, cuando sólo
podemos decir de esa persona que parece feliz. Por muy saludable y
recomendable que pudiera ser una actitud social positiva. Como la que
por cierto se conoce de esos asesinos cuando son descubiertos por la
policía. Así sus desconcertados vecinos de escalera después de la
detención: “era una persona muy normal e incluso atento, siempre tenía
una palabra amable cuando subíamos en el ascensor”.
Pero sí, sí
se puede saber cuándo una persona es buena: simplemente cuando esa
persona se esfuerza en realizar el bien al otro. Así de fácil resulta
saber de la calidad humana de una persona. Sobre todo cuando quien
ejerce ese bien sobre el otro no repara en gastos propios, ya físicos,
económicos, emocionales, sociales o neuronales.
Es desde este punto de vista que podemos decir que Fúsi, el protagonista de la película Virgin Mountain
(Dagur Kári), es una buena persona. O mejor, una persona que exuda
bondad, una persona buena. Y sólo por ver a un personaje de estas
características en el cine contemporáneo ya merece la pena ver esta
película. Un cine, este contemporáneo, que se regodea en la ambigüedad
moral de unos protagonistas con quienes gustan de identificarse los
espectadores.
Virgin Mountain
es, pues, una película protagonizada por un personaje, Fúsi, en el que
cabe toda la bondad posible. Su anodina vida responde a la inadapatación
social que sufre debido a una personalidad que se ha forjado en ese
mismo fracaso social; un bucle que aflora por lo laboral, lo familiar y
lo sentimental. Con la inestimable ayuda, claro, de un aspecto físico
que se encuentra en las antípodas del actual modelo vigoréxico.
Pero nada
detiene a Fúsi si lo que quiere es repartir generosamente lo que su
tremendo y desgarbado cuerpo le pide: amor. Y si algo impide a los demás
estar a su altura moral es, precisamente, esa mirada limpia que sólo la
verdadera bondad puede poseer. Por eso Fúsi no podrá ser feliz nunca,
porque su bondad se enfrentará, siempre, a eso que a los demás impide
estar a su altura.
¿Y de qué le sirve a Fúsi ser tan buena persona? De poco. ¿O no? ¿Acaba bien la película Virgin Mountain (Corazón gigante)? ¿Puede acabar bien una película que señala una sonrojante imposibilidad material? ¿Es posible la felicidad sin egoísmo?
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