1.Siempre se trata de algo personal
Suele ser habitual que en lo cotidiano se hable, más
allá del tema de las preferencias, de la cuestión de los favoritos. Así, cuando
dos o más interlocutores hablan de literatura o de arte o de cine, siempre
surge la cuestión que demanda por los favoritos. Hay, por otra parte, una
innegable afición a las listas, esas listas a las que no quieren renunciar ni
siquiera los expertos cuando un medio de comunicación les pregunta acerca de
las mejores novelas de último año.
Las listas no son más que la necesidad de jerarquizar
lo sentimientos a través de una opinión. Y toda opinión es tan perentoria como
coyuntural. Entre otras cosas porque las opiniones, como las listas, dependen,
y mucho, ya no sólo de la edad que poseemos (directamente relacionada con la
experiencia acumulada) sino de algo mucho más evanescente, nuestro estado de
ánimo en curso. Así, mi primer director de cine favorito fue Fellini, algo que
muy probablemente tuvo que ver con el momento histórico de sus más importantes
películas y con el mío personal, mi adolescencia. Después fue Monte Hellman,
supongo que como rechazo hacia las majors que se nos imponían en la
cartelera cuando yo vivía mi juventud a finales de los setenta. A partir de ahí
sólo cabría decir que mis favoritos han ido variando en función de misteriosas
causas: Escorsese, Antonioni, Lindsey Anderson, Tarkovsky, Tran Anh Hung, etc.
Y hablo de favoritos en cuanto a la totalidad de la obra, ya que otra cosa
sería hablar de películas aisladas; me pueden gustar mucho La hora del lobo,
El silencio, Fresas salvajes, El séptimo sello y otras, y sin
embargo detestar Secretos de un matrimonio, La carcoma y algunas que
otra del mismo Bergman. Rohmer nunca ha sido santo de mi devoción, sin embargo
adoro La inglesa y el duque, quizá debido a su rareza en la filmografía
del francés (que por otra parte ha escrito uno de los libros sobre música más
bellos que yo haya podido leer). Coppola es desconcertante debido a una
irregularidad que le sitúa entre límites. Woody Allen tiene “sólo” 4 o 5 películas.
Von trier es un genio pero resulta demasiado denso y desasosegante para mí.
Etc, etc.
Así, la lista que podría hacer hoy de mis directores
favoritos podría ser levemente distinta a la que podría hacer el año que viene.
Y otro tanto pasaría respecto a las películas favoritas. En cualquier caso si
ahora se me preguntara cuál es mi director (vivo) favorito contestaría sin
dudar: Kiarostami.
2.La película
Quienes amamos la obra de Kiarostami podemos
distinguir un punto de inflexión cuando hace 3 años realizó Copia
certificada. Sabemos que si hay algún director de cine en el mundo que no
se sienta constreñido por su propio estilo ese es Kiarostami, vivo ejemplo de
la práctica de la libertad creativa. Así que ese punto de inflexión sólo podría
entenderse desde el punto de vista geográfico, es decir, desde el punto de
vista que sitúa sus producciones fuera de su país Irán. Por lo demás Kiarostami
es tan previsible en su genialidad como imprevisible en la elección de sus
historias.
Y es aquí donde las diferencias generadas por ese
punto de inflexión resultan desconcertantes. Copia certificada ya nos
dejaba a sus seguidores fuera de juego. Y no tanto debido a ese impresionante
giro que se producía en el guión a mitad película cuanto al hecho de que los
personajes nos fueran mucho más cercanos de lo que nos son los iraníes (en este
caso, actor inglés, actriz francesa y localización italiana). Algo que
trastocaba radicalmente las previsiones estéticas que teníamos en tanto que
espectadores fieles de Kiarostami. O por decirlo claramente, resulta
comprensible que Kiarostami gustara, entre otras cosas, porque su mirada, que
es puro pensamiento, se atuviera a las circunstancias de su pueblo y a su
historia reciente. Así que Copia certificada fue todo un atrevimiento y
toda una apuesta. Y en esas circunstancias triunfó el creativo e inteligente
uso de la libertad. Algo que ha vuelto a suceder en su último film, Like
someone in love.
Como todas sus películas, esta producción japonesa
realizada íntegramente en Japón y con actores japoneses, es una película cuya
trama sucede sin prisas. Podría incluso decirse que se trata de una película
sin apenas trama. La eficacia narrativa de Kiarostami consiste en el uso personal
de los tempos que hace de los planos y los contraplanos, un uso que al
espectador le sirve para indagar en las mentes de los protagonistas. Una
indagación que se expande a cuestiones ajenas a una historia desvaída, como
decíamos. Porque en las películas de Kiarostami, la trama está en la forma; la
forma es la trama. Una forma que es puro pensamiento visual. No se trata ni de
la de lentitud ni de la parsimonia típica de ciertos directores comprometidos y
cansinos, sino de entender la narración a partir de un continuado uso
metafórico de los tempos y de entender de forma filosófica la ubicación de la
cámara.
En
cualquier caso, y después de todo lo dicho, me atrevería a decir que en estas
dos películas falta algo; algo que sería difícil señalar en tanto que carencia.
No sé cuáles son los sentimientos personales de Kiarostami hacia su pueblo,
pero cuando sus narraciones se han salido de él ha hecho un cine que ha
necesitado refugiarse en ambiciones más pretenciosas, saliéndose por tanto y a
su vez del mero fluir que caracterizaba sus geniales films iraníes. Así, bajo
mi punto de vista, Copia certificada adolecía de un cierto exceso de
intelectualidad críptica y Like someone in love de un cierto forzado
lirismo. De todas formas, cualquier película de Kiarostami ofrecerá una
experiencia estética de disfrute inigualable. Algo que probablemente se deba al
inteligente y creativo uso que hace de la libertad en un mundo, el
cinematográfico, donde ya casi nadie es libre.
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